miércoles, 19 de mayo de 2010

3. El que no me crea que se mire en el espejo

A los que piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles, como afirmaba un filósofo trasnochado, y sostienen todos nuestros gobernantes, debo decirles que están completamente equivocados. Lean algún periódico serio, conéctense a una red social en internet y apaguen la televisión; la realidad les saldrá al paso. Y yo lo sé, porque hago bien mi trabajo y no permito que la maldad dormite cuando hay tanto por hacer; aunque muchas de mis congéneres han abdicado de sus obligaciones.
Quiero que sepan, que todas nosotras pertenecemos a la familia Brujildae, género y especie: Brujildus malévolus y yo, en contraste con las otras, porto con orgullo las características que me regaló la naturaleza. Si observo mi labor en el mundo hasta ahora, no puedo hacer otra cosa que felicitarme. Mi trayectoria es impecable, no he desfallecido jamás.
Los que creen que el hombre no es una isla, debo desengañarlos. Están completamente equivocados. A lo largo de la historia ese hombre, al que se ha distinguido con una cita célebre, se ha dedicado a horadar la tierra para convertir un continente en península y ha terminado destruyendo el último puente que lo mantenía unido al resto de sus congéneres y de su ambiente, convirtiendo un mundo enorme en una verdadera isla, que no invita a socializar. Ese espécimen se encuentra ya liberado de vínculos, esos lastres innecesarios. ¡Qué astuto! Lo que no percibe es que ha realizado el sueño de las brujildas como yo. A partir de ya, flota solo en la superficie del mar. Su esfuerzo por restar en lugar de sumar o multiplicar, ha dado como resultado que lo tengo solo, todo para mí, a mi alcance, sometido a mis designios y, lo peor para él, no se ha dado cuenta. Por sus escasas entendederas, asumo que no se dará cuenta jamás. Me ha hecho inmensamente feliz. Y hablar de una bruja feliz es entrar en el campo de la utopía, de la ficción. ¡A quién se le ocurre pensar en una bruja feliz! Por definición debemos ser unas amarguetas insoportables. Si no lo somos, es seguro que algo estamos haciendo mal. Muy mal. O, tal vez, demasiado bien.
Para concluir con estos sesudos razonamientos, debo decirles que me extraña la ligereza con que los mal llamados “buena onda”, creen que todo les saldrá bien. ¡Imposible! Yo no estoy pintada, me desenvuelvo con precisión y destreza, y salgo al rescate de las malas intenciones en todo momento. Quiero hacer notar que soy una experta en “tirar mala vibra”, en esto no me distingo de la mayoría de las mujeres.

Voy a presentarles a continuación, el triste caso de una mujer bella como pocas, que ante la mirada pasmada de su círculo social, muere asesinada gracias a su extraordinaria belleza. Perdón, debido a su extraordinaria belleza. Si desean seguir el rollo de este hermoso crimen, deberán poner especial atención en una serie de buitres que trabajan para mí y reciben grandes ganancias por hacerlo. El que está conmigo siempre sale beneficiado. Los que están contra mí, son mis enemigos y deben aceptar las consecuencias.
Creemos que el hecho que se relata, no fue producto de la envidia, que anida en todo corazón humano, ni del letargo y aburrimiento de los chavos que no saben qué hacer con su tiempo y buscan diversiones educativas.
Sin embargo, si observamos el carácter de Bella podríamos conjeturar que una chava como ésta podría resultar francamente insoportable. No todos tienen la paciencia de Job para lidiar con tanta soberbia. Y si existe alguien que aguante cualquier cosa, ahí aparezco yo para incitarlo al mal y terminar con esa inercia de respetar al otro aunque ya nos tenga hasta la coronilla.
Sabemos que una mujer puede ser tan hermosa como el arte, pero el arte de mandarla al otro mundo haciéndola que se pique un dedo con una aguja es realmente genial, increíble. Y todos ustedes deben de felicitarme por haber logrado esta gran hazaña. Nadie lo hubiera hecho mejor, ni de una manera más limpia.
Un amigo muy amigo mío, Thomas, tuvo a bien escribir un ensayo donde da cuenta de las posibilidades creativas que se pueden desarrollar para asesinar a alguien de manera artística. Y este caso, donde yo participo como principal protagonista, siempre escondida entre los renglones, es considerado por mi apologista como un ejemplo a seguir.
Para terminar, debo decirles que las que pertenecemos a la familia de las Brujildae sabemos que el hombre es un ente ridículo, el que no lo crea que se mire en el espejo.

2 comentarios:

  1. Un amigo, muy amigo mío me dijo que las brujas no exiten. Pero, de que las hay, las hay.

    ResponderEliminar
  2. Sebastián,
    Dile a tu amigo que vive en el error. Si echa un vistazo a su alrededor no le quedará la menor duda: las brujas existimos y nos reproducimos con celeridad.

    ResponderEliminar