viernes, 12 de marzo de 2010

1. Si algo derrocho son malas intenciones

Quiero presentarme con ustedes:
Como podrán imaginar soy La Bruja (así, con mayúsculas por respeto a mi categoría), y me distingo de las rivales de mi especie en que yo tengo una postura positiva frente a la vida. Cuando ellas quieren asustar y fastidiar a un rico feliz, yo me inclino a hacer lo mismo pero con alguien que no represente un reto, un pobre inocente e infeliz.
Una actividad de este tipo, difícil porque me crea una mala imagen, tengo que reconocerlo, me llena de satisfacción y me infunde una sensación de logro. Si nací con virtudes que se desbordan por mi piel, por qué no aspirar a cumplir metas que me proyecten a las alturas, que me pongan en el lugar donde ninguna de mis congéneres logrará llegar jamás. Yo fui responsable de numerosos acontecimientos que fueron un hito en la historia, como por ejemplo... Bueno, ya les iré contando. Por lo pronto quiero que me conozcan bien.
Sé de primera mano que los individuos que creen que están de vuelta de todo es que no han ido a ninguna parte; y lo sé, porque he viajado por el mundo. En mi peregrinar me he encontrado con todo tipo de sujet@s que han despertado en mí la necesidad de hacer algo, escribir sus historias, ponerlos en ridículo, jalarles los pies en la noche, provocarles un buen susto que los lleve al infarto, hacerles cosquillas hasta que se mueran, literalmente, de risa. A un individuo que se las daba de escritor lo empujé por el camino del desbordamiento hasta provocarle un malestar estomacal y serias alucinaciones. A otro tipo, lo casé con una jovencita anacrónica y lo lleve a la miseria eterna.
Como todos saben, los mortales tienen la debilidad de hablar de finales felices, cuando los participantes en una unión comparten su vida para siempre aunque, en ese lapso de tiempo, se miren con ojos de resentimiento perpetuo. Tal vez, esa es la eternidad, la repetición interminable de errores que nos colocan en una situación desventajosa y duradera. Cuando caemos en ese bache, es indiscutible que ahí nos quedamos para siempre. Si tienen dudas, lean todo lo que les presentaré a continuación: la historia de la miseria humana. Sin embargo, yo estoy por encima de toda esta mezquindad y miro a mis congéneres nigrománticas (que se supone que están en este valle con el compromiso expreso de molestar a los pobres infelices), con desprecio por su afición a enfrascarse en absurdas batallas con lo más granado de la sociedad, a sabiendas que contra ellos, nada es posible. Que busquen objetos más fáciles.

Para empezar, quiero presentarles a continuación dos individuos que podrían parecer patéticos, a pesar de su afición a las letras. Los escritores, por mediocres que sean, merecen cierto respetillo. Sin embargo, lo fúnebre de estos personajes, Amador y Fidelina, no está dado por sus habilidades o falta de éstas al tomar una pluma o poner sus dedos en el teclado de su computadora, sino por aspirar a llevar, como pareja, una vida en común.
Aprenderán ustedes que caminar por el mundo cargando a otro sobre las espaldas (no sabemos en el siguiente relato quién carga a quién), es ineficiente y desgastante. ¿Para qué esforzarnos por mantener unido lo que se desmorona a pedazos? Seamos francos, un buen relato no tiene que gustar a los lectores, sólo debe convencer a los personajes, que son los que van a vivir en carne propia su desastrosa historia.
Aunque mis rivales dicen que yo pienso que el sol sale exprofeso para mí, debo decirles que están en lo correcto.

2 comentarios:

  1. Brujilla, que sea menos, no?

    ResponderEliminar
  2. Perdóname Sebastián, pero estás equivocado. El sol sale exprofeso para mí y también la luna y las estrellas.
    Yo siempre me pregunto:
    ¿Reina de las Tinieblas, por qué a mí todo y a los demás tan poquito?

    ResponderEliminar